Somos seres sociales y desde que nacemos estamos expuestos a todo tipo de experiencias con los que nos rodean y el contexto en el que se desarrolla nuestra existencia. Nuestra capacidad para sentirnos en equilibrio, para experimentar el placer y el dolor existe desde antes que sepamos quién somos. El libro de nuestra vida empieza a escribirse mucho antes de que sepamos articular palabra.
Todas las experiencias vividas nos afectan de un modo u otro para bien o para mal. De unas somos más conscientes, de otras nos damos cuenta pasado el tiempo, a veces años más tarde, pero todas nos dejan huella en la esencia de nuestro ser, en la mente y en el cuerpo.
En ocasiones, lo que nos pasa no superan y hacen que perdamos calidad de vida, estando constantemente preocupados o siendo incapaces de hacer cosas que hasta la fecha podíamos e incluso disfrutábamos. Cuando lo que sucede nos impide seguir nuestra vida o la interfiere seriamente, y el apoyo que recibimos no consigue paliar el sufrimiento, entonces necesitamos ayuda profesional.
También podemos ir haciendo, pero con mucho esfuerzo y sin disfrutar de la vida. A veces puede pasar así la vida entera, hasta que cuando nos damos cuenta pensamos que es demasiado tarde. Pero no, siempre, mientras hay vida, hay esperanza.
Si estás leyendo esto porque has tomado la decisión de buscar ayuda para afrontar las dificultades, enhorabuena, ya has dado dos grandes pasos para sentirte mejor: tomar conciencia y buscar ayuda. Yo te acompaño a seguir avanzando.
Como ciencia, la Psicología está en un continuo proceso de evolución que discurre paralelo al del ser humano y sus avances tecnológicos. Por ello, es fundamental estar al día en las técnicas que nos permiten un conocimiento profundo de la mente y proceder con la garantía y el aval que la investigación científica aporta.
A continuación, se profundiza en conceptos que ayudan a comprender qué es la Psicología y cómo puede ayudarte una psicóloga.
La personalidad es el modo en que las emociones, las conductas y los pensamientos característicos propios se organizan y conforman un patrón de comportamiento. En su formación intervienen el temperamento y el carácter, es decir, las predisposiciones biológicas o genéticas y las influencias ambientales a las que nos exponemos a lo largo de nuestro desarrollo vital.
Es decir: somos la combinación de los rasgos con los que nacemos con todo lo que nos va pasando en la vida.
Desde el momento en que nacemos, la herencia genética interacciona con el ambiente y a partir de ahí, este ejerce un efecto modulador que hará que las predisposiciones en potencia se actualicen o se modulen en función de las circunstancias, de las experiencias, en definitiva, del aprendizaje.
O sea, no todos los rasgos con los que nacemos van a tener la misma suerte: algunos prácticamente no se van a notar, otros pueden aparecer más o menos marcados y otros se impondrán, según nuestras experiencias.
El proceso de aprendizaje se da a lo largo de todo el ciclo vital: Aprendemos siendo niños, adolescentes, adultos y ancianos; y la Psicología ha demostrado que lo hacemos de distintos modos:
- Por Asociación o Condicionamiento Clásico: Por ejemplo, si un niño está triste y se le consuela ofreciéndole algo dulce de comer habitualmente, es posible que se establezca la relación y el consiguiente aprendizaje entre la emoción de tristeza y la ingesta de ese determinado tipo de alimentos y los necesite para auto regularse cuando se sienta mal.
- Por Refuerzo: Las consecuencias de nuestras acciones, lo que obtenemos a cambio puede hacer que ese comportamiento se mantenga en el tiempo y pase a formar parte de nuestro repertorio (si obtenemos recompensa) o lo eliminemos (si no hay consecuencia o ésta es nefasta). Por ejemplo, si un gesto cariñoso es correspondido, tenderemos a mostrar afecto hacia esa persona, pero si nos sentimos ignorados o rechazados, se nos quitarán las ganas de ser cariñosas con él o ella.
- Por Imitación/Aprendizaje por modelos: No es necesario experimentar en primera persona para aprender, solo con observar el comportamiento de otros es suficiente, como por ejemplo cuando aprendemos a cocinar viendo como lo hacen otras personas.
Todos los comportamientos se aprenden de este modo, por la acción de uno o varios de estos procedimientos, en la vida cotidiana hay infinidad de ejemplos de ello; y salvo los comportamientos fisiológicos, sin considerar preferencias o estilo propio, todos se mantienen o extinguen por sus consecuencias.
Somos capaces de aprender a lo largo de nuestra vida un amplio repertorio de comportamientos que nos sirven para evolucionar adecuadamente y llevar una buena vida, pero también aprendemos comportamientos que nos perjudican. Y en ambos casos, rigen los mismos principios de aprendizaje.
Así, nos gusta compartir espacio y tiempo con amistades y familiares porque es agradable (refuerzo positivo) lo mismo que tratamos de no quedar con quien no nos sentimos a gusto, los evitamos (refuerzo negativo) para evitar sentirnos mal. Aprendemos a pintar, escribir, jugar al básquet o cocinar cuando alguien nos enseña (modelado) y somos capaces de identificar marcas solo a través de un color (condicionamiento clásico).
Pero también podemos dejar de conducir porque tuvimos un accidente y ahora nos da miedo (condicionamiento clásico) y no hacerlo, al evitarlo, se alivia el malestar que sentimos (refuerzo negativo). Se puede aprender a ser un tanto grosero si en su grupo los demás se ríen y aprecian sus comentarios soeces (refuerzo positivo), o se puede aprender a solucionar las diferencias con los demás violentamente si es lo que has visto hacer en tu familia desde pequeño (modelado).
En cualquier caso, hay factores que actúan como moduladores y pueden potenciar o inhibir estas asociaciones. Y también hay eventos que pueden impactar de un modo muy significativo en la persona y condicionar un largo período de su vida o incluso el resto de su vida si no encuentra alivio. Un trauma es uno de estos eventos, pero no todo lo que se considera trauma genera una traumatización a las personas. Y esto está relacionado con la resiliencia, que es la ausencia de un estado psicopatológico después de la exposición a un evento traumático. Por ejemplo, una persona puede desarrollar miedo a conducir tras un accidente en coche y superarlo con terapia cognitivo conductual, desensibilizando progresivamente el miedo hasta que recupere la normalidad. Pero si la experiencia le ha traumatizado, eso no será suficiente y la intervención deberá apoyarse en el procesamiento del trauma para poder volver a conducir como antes del accidente.
Un evento traumático puede ser una situación en la que nuestra vida corre peligro, como por ejemplo un accidente grave, sufrir una agresión o una catástrofe natural. Pero determinadas situaciones o circunstancias vitales también son potencialmente traumatizantes: crecer en un ambiente conflictivo, con poca o nula atención por parte de padres o cuidadores, que estos estuvieran ausentes, enfermos o deprimidos, son ejemplos de traumas relacionales. En estos casos, la persona puede desarrollar una serie de creencias negativas irracionales acerca de sí misma que van a condicionar su modo de relacionarse con los demás y de estar en el mundo, como por ejemplo “no le importo a nadie”, “nadie me puede ayudar”, “no merezco que me quieran”, “soy culpable” y similares. También pueden darse otro tipo de traumas relacionales durante el proceso de socialización, en el contexto académico, como el acoso escolar, o en la edad adulta, el acoso laboral o implicarse en relaciones insatisfactorias. Todo ello puede a su vez dar lugar a comportamientos para tratar de regular el malestar que ocasionan estas situaciones, pudiendo llegar a recurrir a falsas soluciones que pueden suponer un alivio inmediato, en el corto plazo, pero un grave problema en el largo, como las adicciones, compulsiones, mantener relaciones tóxicas u otros trastornos conductuales.
Tras experimentar alguna de estas vivencias traumáticas, de modo puntual o durante un período de tiempo, se puede desarrollar un trastorno por estrés post traumático (TEPT), que, sin lugar a duda, va a condicionar su vida porque le va a afectar su salud, entendiendo salud en el sentido amplio como la define la OMS.
El 98% de los sujetos que sufren un trauma no sufren TEPT, la resiliencia es lo normal, son adaptaciones positivas en un contexto adverso. El sujeto desarrolla defensas y aprende a defenderse del estrés. Recurriendo a las experiencias y recursos individuales tanto biológicos como psicológicos madurados a través del curso de la vida, la persona supera el trauma sin secuelas.
Las personas que sí sufren consecuencias a partir del trauma y desarrollan un TEPT no ha podido desarrollar estas defensas o se las han invalidado, por lo que necesitarán un apoyo profesional para superarlo. Esto es más frecuente en la infancia y la adolescencia, pues en estas fases del desarrollo del ciclo vital hay menos recursos ambientales y menos experiencia para desarrollar estrategias de afrontamiento. Además, las conexiones entre las distintas regiones del cerebro aún no se han consolidado.
En estas y las otras etapas de la vida, la capacidad de afrontamiento también depende de características individuales, como las capacidades cognitivas, la regulación de las emociones, las habilidades para resolver problemas y el apoyo social. Por ejemplo, ante un accidente de tráfico con varias personas, unas desarrollan TEPT y otras no.
La terapia cognitivo conductual, avalada científicamente, es el marco de referencia para analizar el estado psicológico y aporta los recursos y estrategias necesarios para tratar los problemas psicológicos con orientación a la acción. Hoy en día, los avances en las técnicas de neuroimagen y el propio desarrollo de los nuevos modelos y enfoques terapéuticos nos permiten acceder a claves del comportamiento que subyacen en las redes de memoria y que aparentemente no mantienen relación con los problemas que se presentan en consulta. EMDR es un modelo terapéutico que permite perfeccionar el tratamiento orientado a la acción profundizando en el sistema de creencias que la persona ha desarrollado a lo largo de su vida y que le ha permitido seguir adelante, aunque a costa de serias limitaciones o pérdida total de su calidad de vida. Con EMDR se consigue procesar las experiencias adversas que siguen manifestando su influencia en el presente.